Hace tres años mi excompañera de piso terminó Periodismo y me invitó a la fiesta de su graduación. La única comida que había era el limón de los gintonics y uno de los tres váteres de la sala de bodas, comuniones y bautizos que alquilaron no funcionaba, lo que supuso que varios acabaran meando al lado del autobús que nos había traído. Aun así, se pareció más a un episodio de Los Bridgerton que lo ocurrido la noche del 24 de septiembre en Detroit, Michigan.